A finales del verano pasado, un amigo de BBT escuchó un disparo poco después de ver a un águila calzada que se lanzaba al suelo. Tenía claro que el águila atacaba a unos pollos y que el dueño, que había estado esperando, le había disparado. Se acercó al responsable del disparo quien admitió que eso era lo que había hecho pero, según él, solo quería asustarlo. El águila herida fue encontrada en el jardín de una casa adyacente y casi de inmediato llegó la Ertzaintza y poco después alguien de Base Gorria para llevar al ave al centro de recuperación en Gorliz.
Uno pensaría que había suficiente evidencia para demostrar que el dueño de los pollos había disparado al águila, pero cuando finalmente pudimos denunciar los hechos en los tribunales, el juez concluyó que no había evidencia forense para demostrar que el ave había recibido un disparo, ya que la bala debe haber atravesado las plumas sin dejar rastro.
Hay que criticar la actitud de los policías de guardia en la comisaría de Mungia que en todo momento parecían reacios a hacer algo al respecto. Habiendo hablado con vecinos en las inmediaciones del lugar donde se disparó el pájaro parece claro que no se trata de un incidente aislado y que a pesar de estar al lado de un “bidegorri” son frecuentes los tiroteos en esta zona. Y parece que no somos los únicos que nos hemos quejado de la reticencia de la Ertzaintza a la hora de investigar los delitos ambientales. De hecho, hay una creencia generalizada entre los ecologistas de que si quieres que se haga algo más en serio, es mejor que lo informes a la sección de Seprona de la Guardia Civil! Con suerte, no tendremos que ir tan lejos la próxima vez, pero la idea de ir a la Ertzaintza en Mungia y ser escuchado de una manera totalmente apática puede significar que no cabe otra opción.
Finalmente, BBT quiere agradecer tanto a Oscar Padura, el abogado que trabaja para el grupo ecológico Eguzki, como a Idoia Gutiérrez, una procuradora conocida de Mungia y amiga de BBT, por toda la ayuda desinteresada que nos han brindado.